viernes, 1 de abril de 2011

DEBATE DEL MES: ABRIL 2011

    Podríamos empezar con un acertijo: ¿Qué diferencia a una persona de 16 años  de otra de 16 años en un IES? Las respuestas podrían ser muchas, pero una de ellas, sin duda, es la que motiva la reflexión que ocupa este artículo: que uno está en la ESO y el otro en bachillerato. Que uno se ha hecho “mayor de edad” en nuestro sistema educativo y el otro no. ¿Por qué, si no, íbamos a dejar al alumno de bachillerato sin tutoría?
    Como bien dice Kant en su célebre ¿Qué es la Ilustración?, la mayoría de edad se alcanza cuando uno tiene la suficiente madurez, valentía, experiencia y coraje como para ser autónomo, para valerse por sí mismo en lo que a sus decisiones vitales concierne. El primer paso para salir de la heteronomía, de la dependencia, es librarse de los tutores.
    Según la primera acepción del diccionario de la RAE, un tutor es una persona que ejerce la tutela. Personalmente prefiero la sexta acepción: “Caña o estaca que se clava al pie de una planta para mantenerla derecha en su crecimiento”. Como ustedes comprenderán, dice mucho más.
    Un tutor es aplicable cuando el sujeto tiene vida, vitalidad, crecimiento. Y los alumnos de 16 años lo tienen. Su etapa de crecimiento físico no ha concluido (todos constatamos año tras año “lo enorme que se ha puesto este niño” o “niña”, no me vayan a decir luego que soy machista o machisto).Y su crecimiento intelectual está en pleno sprint.
    Según la moderna neurociencia, la adolescencia, especialmente la etapa entre los 13 y los 18, es un momento crítico en nuestras vidas ya que nuestro cerebro dispara sus posibilidades a esa edad. Algunos especialistas incluso equiparan la adolescencia en importancia a los primeros años de vida o la consideran más compleja a efectos de potencialidad. Esos cambios en nuestro cerebro afectan a nuestra vivencia personal afectiva, a nuestra voluntad, a nuestra interpretación del mundo y de las relaciones sociales. Si esto ocurre en los seres humanos cuando se encuentran en dicha franja de edad, ¿Qué diferencia a un alumno de 15 a 18 años de la ESO de uno de la misma edad que cursa bachillerato? ¿Por qué los alumnos de bachillerato son despojados, por ejemplo, de su hora de tutoría de grupo? Es ilógico pensar que personas de la misma edad y del mismo contexto (hasta el año anterior incluso estaban juntos muchos de ellos) no vayan a tener problemas en el aula ahora que están en grupos más numerosos, con asignaturas más exigentes y un sinfín de optativas. Si se necesita un número de horas de tutoría hasta cuarto de ESO, no se entiende por qué no se necesitan en bachillerato.
    Y sólo hablo de la teoría. En la práctica, a pesar de la normativa, las tutorías de bachillerato se están convirtiendo en un “asunto de papeles”. La burocratización de las tutorías en todos los niveles alcanza su máxima expresión durante el bachillerato.
    Muchas son las ocasiones en las que podemos escuchar en nuestros centros: “¿De qué eres tutor?” y a la respuesta “De  1º de bachillerato” le sigue: “Ah, bueno, menos mal”. Ese  “menos mal” quiere decir en realidad “lo menos malo”, que sería ser tutor de secundaria o jefe de departamento”. Y se considera lo menos malo porque es lo que tiene menos responsabilidad, en lo que se trabaja menos y ese tipo de apreciaciones erróneas.
    Es penoso ver cómo una labor tan necesaria como interesante ha sido sustituida por un cálculo de faltas, dirigir una reunión de evaluación trimestral  o, a lo sumo, una reunión con padres cuando estos lo solicitan. Y no es sólo una cuestión de práctica docente o de actitud personal. Todos conocemos tutores de bachillerato que actúan como tales, incluso dedicando horas de sus propias asignaturas para realizar la labor de tutoría. Es también y sobre todo un olvido del sistema educativo.
    Porque ningún tutor de bachillerato desearía ver reducidas sus horas de tutoría. Y porque si seguimos la normativa al pie de la letra, nos encontramos con que:
1.    “La tutoría y orientación forma parte de la función docente en todas las etapas educativas”. Sin embargo, esa función se deja caer con todo su peso sobre las espaldas del tutor que, no lo olvidemos, también es profesor. Docentes somos todos y a un grupo no sólo le imparte docencia el tutor.
2.    “Se designará como tutor a un profesor que tenga mayor horario semanal con el grupo, no pudiendo ostentar la tutoría el profesorado que no le imparta docencia” Esto lo podemos hacer extensivo a la ESO. No son pocos los centros en los que, por unos motivos o por otros, se acaban designando tutores “fantasma” a grupos que no conocen, a los que no dan ni una hora de clase, con el consiguiente desconcierto de alumnos, padres y el propio tutor. No olvidemos, por otro lado, que según el art. 6.3 del Decreto 416/2008, 22 de julio por el que se establece la ordenación y las enseñanzas correspondientes al bachillerato en Andalucía, el bachillerato tiene como fin “desarrollar las capacidades y aptitudes del alumnado que permiten su integración social como adulto”. Y que en el capítulo IV afirma que el tutor desarrollará, entre otras, las siguientes funciones:
a)    “Conocer las aptitudes e intereses de cada alumno/a con objeto de orientarle en su proceso de enseñanza aprendizaje y toma de decisiones personales, académicas y profesionales.
b)    “Mantener una relación permanente con los padres, madres o tutores del alumnado”
Difícilmente puede hacer eso un tutor de treinta alumnos o más que ve  dos o tres horas semanales a un tercio del grupo, ya que imparte una optativa en el mismo.
3.    “El alumnado que opta por ampliar matrícula de primero con materias de segundo tendrá un tutor específico”. Esto no ya no es norma, es utopía en la mayor parte de los centros.
4.    “El tutor coordinará la intervención educativa de todos los profesores y profesoras que comparten el equipo docente del grupo de alumnos a su cargo”. Esta función, que en la ESO se traduce en perseguir al equipo de docentes de tu grupo para que te informen de la marcha del alumnado, en el bachillerato adopta la forma de “folio en el que me pones algo” cundo un padre solicita una entrevista (un padre pesado, porque “ya están en bachillerato y no sé a qué viene tanta entrevista. Los estamos malcriando”). En bachillerato, rara vez se entiende que el conjunto de profesores que imparte clase en un curso es un “equipo docente”. Más bien se tiende a interpretarlo como una multiplicidad de profesores de bachillerato independientes. Tanto es así, que la reunión de coordinación mensual del equipo docente que impone la normativa en bachillerato casi ni se conoce por parte del profesorado y es obviada por los que la conocen para evitar cargar con más reuniones a los compañeros.

Y después de todo esto, de normativas, horarios, motivaciones y desmotivación, nos cabe de nuevo lanzar una pregunta: ¿Qué diferencia a un chico de 16 años de la ESO de otro del bachillerato para que la tutoría, la orientación, en definitiva,  la atención que se les presta cambien tanto?
    Los alumnos de bachillerato son los las mismas personas que en junio, con 15 ó 16 años, terminaron una ESO plagada de ayudas (más horas de tutorías, grupos más reducidos e incluso desdoblados, niveles adaptados, contenidos más básicos e incluso una mayor tolerancia al ruido, al desorden y la desgana por parte de la comunidad educativa). Se entiende que un alumno de cuarto de la ESO no tenga claras las cosas respecto de su futuro, pero en primero de bachillerato se les critica si no las tienen. Aceptamos la desmotivación, las dificultades de comprensión y expresión casi como un mal endémico de la ESO, pero a los mismos alumnos que en cuarto han obtenido el título en dichas condiciones se les exige un cambio radical de actitud y de aptitudes que no puede alcanzarse sólo gracias a los calores de un verano.
    Si además de además de a una formación básica para todos pretendemos optar a una formación específica e incluso a la excelencia, no podemos abandonar el cuidado integral de nuestros alumnos precisamente cuando se deciden por algo más, cuando comienzan un camino de mayor exigencia, competitividad y complejidad.

Mª del Carmen Merchán
Profesora del IES Los Álamos

3 comentarios:

  1. Tengo que decir que no estoy de acuerdo del todo con su entrada.

    Efectivamente, la
    diferencia entre una alumna o un alumno de 4º y uno de 1º de
    Bachillerato no es, en cuanto a madurez metal y física, significativa.
    Sin embargo, ese razonamiento lo podríamos extender a otras etapas de
    la vida académica (entre 2º de Bachillerato y 1º de una carrera
    universitaria, por ejemplo).

    Desde mi punto de vista, el "corte" ha de producirse inevitablemente
    en un punto determinado, y el despojar a un alumno de Bachillerato de
    una tutoría individualizada no tiene por qué ser desventajoso, sino
    que se puede entender como la confianza depositada por parte de la
    comunidad en los actos y decisiones que tome ese alumno.

    Hemos de tener en cuenta, por otro lado, que las alumnas y loa alumnos de
    Bachillerato pueden dirigirse a profesores, departamento de
    orientación, directiva, etc. para cualquier duda o problema que les
    pueda surgir, y serán asesorados en la medida de lo posible.

    Un saludo.
    Rubén Durán

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  2. Totalmente de acuerdo contigo, Menchu: la madurez no se alcanza en un verano como si en vez de alumnos fueran frutas de temporada. Nos pasamos la vida lamentándonos de que los alumnos de bachillerato no tienen claro lo que quieren, que son muy infantiles,...en fin que no "están maduros" pero basta mirar un poco alrededor para darnos cuenta de que la sociedad está cambiando (ha cambiado) en muchos sentidos y uno de ellos es la cuestión de la edad para ciertas cosas. Solo hay que leer un poco de historia para comprender que las sociedades se adaptan a sus expectativas de vida y, evidentemente, la nuestra, la actual es una sociedad con grandes recursos que ha alcanzado grandes logros en muchos campos pero que en esto de la madurez de los jóvenes, por razones obvias, presenta un atraso.
    Ya no se casa uno a los 20, ni tiene hijos a los veintitantos, ni se va de casa, con suerte, antes de los 30,... ¿Por qué entonces pretendemos que un adolescente de 16 tiene que "madurar" de pronto?
    Eso no quita que haya que empezar a exigirle ciertos comportamientos, a que empiece a tomar decisiones por sí mismo,...pero,de ahí a que se convierta en un todo un hombre (o una mujer, no se me enfaden) así de pronto....
    Lo que no tengo claro es que la tutoría sea la solución, pero desde luego les hace falta alguien "maduro" que les guíe y que no solo sirva para dirigir la sesión de evaluación del grupo al que pertenece.
    Es verdad que tiene que haber un momento de cambio de rumbo, Rubén, pero tal y como están las cosas no creo que ese momento sea a los 16 sobre todo cuando hoy día estamos asistiendo al espectáculo de una Universidad casi más infantilizada que el propio bachillerato. Y lo digo desde la experiencia: en los planes nuevos universitarios se trata al alumno como si fuera una continuación del instituto.
    Un saludo
    Esperanza Muriel

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  3. En general, estoy de acuerdo con el texto del debate. Simplemente, porque los problemas que se detectan en los IES en la etapa de Bachillerato lo demanda a gritos tanto desde el punto de vista curricular como de convivencia.
    En cualquier caso, conviene añadir algunos datos complementarios:
    - Criterios de asignación de tutores y contenido efectivo de las tutorías de grupos.
    - El carácter NO OBLIGATORIO de la etapa de Bachillerato.
    - La incongruencia de que no disponemos de horas de tutoría de grupo, aunque se hagan en la práctica, EN PRIMARIA!!!!

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