lunes, 6 de junio de 2011

DEBATE DEL MES: JUNIO 2011

Esta carta lleva mucho tiempo forjándose en mi corazón, no es un impulso irreflexivo como reacción a los últimos acontecimientos relacionados con la evaluación en los centros, aunque sí es cierto que esta ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Empezaré diciendo que acato sin más la obligación de realizar las pruebas de diagnóstico a todos nuestros alumnos/as de 2º y 4º y de destrezas lectoras* a un grupo aleatorio, que no llego a entender, y dejando muy claro de antemano que me parece muy bien una evaluación externa del proceso de aprendizaje de nuestros alumnos/as. Pero me gustaría que unida a esta obligación de una evaluación externa, tuviéramos ayuda, orientaciones, pautas, acompañamiento, etc. en todos aquellos casos de alumnos/as que van mal académicamente, que no llegan al nivel que se considera idóneo y que además, nosotros los tutores/as ya sabemos perfectamente que van mal, pues lo reflejamos periódicamente en las evaluaciones recogidas en Séneca.
Imagen de flickr.  Carlos Smith
La primera reflexión a la que he llegado en todos estos días en los que he pasado por diversos estados de ánimo, empezando por la indignación ante la muestra de seleccionados para la prueba lectora y después de pasar por otros varios estados llegando como otras tantas veces a la sumisión, es: “¿Hacia dónde caminamos?, ¿Es justo y equitativo que midamos así el esfuerzo colectivo? ¿Importa la medición de aquello que, tal vez, estemos haciendo bien? ¿Qué tipo de imagen queremos forjar de la enseñanza pública? ¿Qué imagen trasladar a la comunidad educativa y a la sociedad?... Estos cuestionamientos dejan en mi una sensación contradictoria, mientras espero ayuda para que me acompañen a asumir mi parte ante el reto colectivo (de maestros, familia y sociedad) de tirar para adelante de los niños que tiene problemas, recibo una respuesta en forma de evaluación de mi desempeño, centrada exclusivamente en aquello que yo mismo estoy diciendo que no va bien.
Me gustaría realmente que alguien “importante” de la Administración, se acercase un día a mi colegio, me buscara y me dedicase un tiempo de charla para que yo pudiera entender algunas de estas cuestiones.
Sé, como maestra que lleva casi veinte años dejándose la piel en este oficio, que en las clases, la mayoría de las veces, no podemos trabajar más, ni nosotros, ni nuestros alumnos/as; no voy a enumerar todo lo que hacemos diariamente, pues al menos los maestros y maestras, lo sabemos de sobra. Apoyamos a todos y cada uno de nuestros alumnos y alumnas, que son llamados nuestros niños (por algo será) y a sus familias, con orientaciones para trabajar, para avanzar, recuperar… En casa, la gran mayoría de las familias, al menos de nuestro centro, se vuelcan en la labor de acompañar a sus hijos e hijas y a sus maestros en la tarea educativa y formativa.
Como claustro de profesores, equipos de ciclo, nivel, comisiones, tenemos multitud de reuniones para buscar estrategias que nos ayuden a mejorar nuestra práctica docente, buscamos materiales atractivos, actividades motivadoras. Nos sobrecargamos, implicándonos al máximo en todos los proyectos que se nos ofrecen con el único fin de mejorar nuestras prácticas educativas, de motivar, de que nuestros alumnos aprendan y disfruten.
Sé también como maestra y como madre todo lo que nuestros niños trabajan en casa, sé del entusiasmo que tienen la gran mayoría. Conozco los progresos y esfuerzos que hacen trimestre tras trimestre, curso tras curso… pero no llegamos. No llegamos a lo que ese ente abstracto llamado Administración quiere, desea, espera y ordena de nosotros.
Personalmente me siento como esos hijos no deseadas a la que sus padres comparan con los demás y maltratan continuamente diciéndole todo lo que hacen mal pero sin recibir una palabra de ánimo, de cariño, o una ayuda, una explicación, un acompañamiento para poder hacer bien aquello que no sabe.
¿No se nos pide acaso como maestros y como padres que respetemos las individualidades de nuestros niños, que los acompañemos en su proceso de aprendizaje? ¿Dónde están los intentos, las ayudas, los apoyos de la Administración?
Yo me rebelo, como maestra y como madre,  a esta cultura de exigir más y más a nuestros niños… les estamos robando la infancia, los estamos condicionando a vivir nada más que pendientes de sus evaluaciones, de sus resultados, los estamos estresando en exceso y desde muy niños.
Parece que todos y cada uno de ellos tiene que llegar a ser excelente… pero acaso…¿nosotros lo somos? Seguro que en la vida hay más caminos que la perfección y seguro que mucho más divertidos y sostenibles emocional e incluso intelectualmente.
Y además, suponiendo que consiguiéramos todos ese mágico nivel de excelencia… ¿Qué habríamos logrado?
Creo que dedicamos más tiempo a evaluar que a enseñar, más tiempo a llegar que a recorrer el camino, más tiempo a conseguir que a disfrutar…
Tenemos niños en nuestras manos, por favor… un poco de cordura, de sosiego, de cariño y de respeto. Todos tenemos, los de arriba y los de abajo, que compartir una –misma- responsabilidad.
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*La peculiar “selección aleatoria” de los alumnos/as que han de realizar las pruebas de selección lectora ha correspondido (en mi clase, en la de mis compañeros/as compañeras y en la de compañeros/as de otros centros) exclusivamente a alumnos/as suspensos. Cierto es que la tendencia se ha reorientado en parte, la primera de las selecciones incorporaba además del alumnado suspenso, aquel que estaba repitiendo curso; al parecer esto se ha “corregido” con una segunda selección que, nuevamente de modo aleatorio, ha correspondido a alumnos/as suspensos. Es obvio que, desde el puro sentido común, esta selección no puede expresar la realidad del buen o mal trabajo que yo haya podido realizar con mi grupo, como tampoco el de mis compañeros/as, mi centro… Es probable que la estadística haya jugado lo suyo y nos haya regalado una de esas combinaciones remotas, cuya posibilidad queda fuera de lo considerado como posible por una mente corriente como la mía.
Ana flores Martínez
Maestra de 2º de Primaria
CEIP Clara Campoamor

2 comentarios:

  1. Mucho que decir a todas las cosas que planteas. Pero para empezar el debate, tan sólo quiero dejar dos reflexiones:
    1) Importantísima la pregunta de ¿Hacia dónde caminamos? No podemos perder de vista la respuesta a esa pregunta dentro de la vorágine de proyectos, actividades, evaluaciones... y te reconozco la necesidad de sosiego. Es necesario entender (que no es lo mismo que apoyar) cuáles son las tendencias educativas dominantes (evaluación externa, control y burocracia)y cómo es posible responder a ellas desde el colectivo (maestros, centros,,) y desde el trabajo personal de cada uno. Tenemos que entender por dónde nos están llevando (y lo que se avecina ya que quieren evaluar y clasificar a los maestros en competentes, activos, elevados y excelentes)y actuar colectiva e individualmente en consecuencia.
    2) Yo plantearía otra pregunta que todo educador debe hacerse y responderse: ¿PARA QUIÉN TRABAJAMOS?

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  2. Estoy totalmente de acuerdo que toda persona debe preguntarse muchas veces durante su vida profesional hacia donde camina, qué quiere conseguir, para qué o quién realiza ese esfuerzo diario al margen de los atributos materiales mensuales.., No creo que por eso se esté buscando la excelencia ni compararse con otros, no creo que eso sea bueno.

    Pero si me miro en "el otro" para mejorarme a mí mismo y eso sirve para que la Causa Común (llámese educando, doctorando o enfermo) sea la beneficiada.., entonces este tipo de competitividad bien entendida me parece correcta. Incluso puede reconfortar profesionalmente y motivar a propios y ajenos.

    Todos sabemos que cuando pasan los años, nos acomodamos porque el ser humano tiende a gastar la mínima energía para conseguir lo que quiere, una forma de economía de esfuerzo. Pero no me parece del todo mal lo que nos adelanta el señor García Ballesteros, "que lo que se avecina es que se quiere evaluar y clasificar a los maestros competentes, activos, elevados y excelentes", es más yo añadiría a los incompetentes.

    No me imagino a un velocista entrenando sin que su entrenador le registre las marcas semanales, le corrija la zancada, el braceo... con el fin de que consiga la mínima para entrar en las olimpiadas, o lo que se rete.

    ¿Quizás no es sano competir contra uno mismo para que una causa externa sea beneficiada directa o indirectamente? A mí sí me lo parece, o posiblemente ha sido siempre mi razón de ser.

    Lo que me parece es que cuando a una persona que lleva mucho tiempo en un sistema sin que le rindan cuentas de lo que hace o lo que deja de hacer causa hastío, molesta porque uno se siente observado. Pero es la única forma que conozco de mover al que se acomoda, o al menos que yo conozca. Estoy totalmente de acuerdo con el trabajo por objetivos, retribuir económicamente a los que se esfuerzan y quieren conseguir la excelencia.

    Pero bien es cierto que al profesional le agrada que le guíen en sus esfuerzos y en muchos sectores profesionales esto no se hace. Estoy en desacuerdo de que sólo se rindan cuentas de lo que no se hace bien. El reconocimiento, la sensación del trabajo bien hecho también son atributos del ser humano.

    Fdo: ANÓNIMO.

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