jueves, 2 de febrero de 2012

DEBATE DEL MES: FEBRERO 2.012















Es una idea extendida y aceptada que el nivel de los españoles en otros idiomas es muy bajo en comparación con países de su mismo nivel cultural y económico. Y como consecuencia de ello, los diversos gobiernos han ido tomando medidas para corregir esa deficiencia.
En concreto, en Andalucía se adoptó en Marzo de 2005 el Plan de Fomento del Plurilingüismo con 74 medidas en diferentes ámbitos que pretende fomentar el bilingüismo, entendiendo por bilingüismo la habilidad de usar dos lenguas con fluidez.
Para empezar, dejo claro que comparto la idea de que, en el contexto socio-económico en el que nos movemos con el Sector Servicios y el Turismo como principal fuente de ingresos de nuestra Comunidad, el conocimiento de un segundo idioma es básico. Y en este texto voy a reflexionar sobre las medidas que para ello se están adoptando en los Colegios e Institutos desde mi perspectiva de profesora de Tecnología de Secundaria y madre de dos alumn@s de Primaria.
Como principio parece obvio que para poder tener Centros Escolares Bilingües hace falta profesorado preparado para ello. Como profesora me han facilitado el acceso al estudio de un idioma extranjero aumentando las plazas disponibles para nosotr@s en las Escuelas Oficiales de Idiomas, algo que encuentro muy positivo y que ha tenido una amplia aceptación entre el colectivo.
Otra cosa es cómo se ha fomentado que nos apuntemos a esos cursos: con una serie de medidas que afectan al orden en los concursos de traslados. Las plazas bilingües salen aparte en esos concursos y a ellas acceden profesores con la certificación correspondiente. Eso hace, por ejemplo, que puedan lograr plazas “mejores” (tradicionalmente más solicitadas) profesores con menos antigüedad o menos méritos, pero con mayor nivel de idiomas.
Luego está cómo se decide qué Centros se adhieren al Plan. Esta es una medida voluntaria que solicita cada Centro (actualmente hay algo más de 800 Centros adheridos). Eso da lugar a una serie de situaciones curiosas:
·    Puede ser que un Colegio sea bilingüe y su Instituto de referencia no, o viceversa.
·    Puede ser que el Centro en el que se curse la ESO sea bilingüe y el Cole o el Centro en el que se curse Bachillerato no.
Esta situación hace que la medida sea, en el mejor de los casos, limitada. Además, tal y como está organizado nuestro Sistema, los padres y madres no pueden elegir un Centro Bilingüe aunque quieran porque el Centro te “toca” por tu lugar de residencia. Así que se crea desigualdad de oportunidades para el alumnado.
Y luego, si estás como alumn@ en un Centro bilingüe eso se traduce en que algunas asignaturas se imparten, parte de su horario, en el segundo idioma a algunos grupos de alumn@s. No todo el alumnado participa del Programa de Bilingüismo en un Centro Bilingüe, ya que se concede habitualmente una línea. Esto se traduce en una segregación parcial del alumnado y esta segregación se hace, lógicamente, en base a mejores notas. Y ese alumnado de mejores resultados académicos tienen profesores seleccionados en base a su nivel de idiomas. Algo que no tiene por qué coincidir con su nivel de excelencia como docentes.
Otro aspecto que no comparto es la metodología de enseñanza del segundo idioma en los primeros Ciclos de Primaria, porque se sigue dando la asignatura con mucha base teórica y poca práctica. Vamos que hablan poco en Inglés, algo que creo que era el fallo fundamental de la formación que me dieron a mí en la Escuela. Los niñ@s aprenden un idioma hablándolo y poco a poco se van aprendiendo las reglas gramaticales (igual que hemos aprendido el español) y ésta es la metodología empleada en Centros privados a los que llevamos a nuestros hij@s para que aprendan idiomas.
El esfuerzo económico realizado por la Consejería ha sido fuerte y la motivación creo que correcta, pero los resultados aún no se ven, entre otras cosas porque seis cursos son pocos y más si sólo se hace en parte de las Etapas Obligatorias de la Enseñanza Pública. Es una apuesta a largo plazo, pero ¿cómo se piensa valorar si las medidas son las correctas o cómo se pueden mejorar?.
En fin, creo que quedan planteados una serie de puntos sobre los que cabe discusión, aunque hay muchos más aspectos que se pueden estudiar.

Beatriz Lazo León
Profesora IES Juan Ciudad Duarte

3 comentarios:

  1. El bilingüismo es un buen ejemplo de cómo una buena idea, "a priori", compartida por todos,puede tener resultados "inesperados" cuando aterriza en los centros educativos, en sus organizaciones y lógicas de funcionamiento. Así por ejemplo, tal como hasta ahora se ha implantado el bilingüísmo ha desembocado, en algunos casos, en la creación de dos itinerarios dentro de la enseñanza obligatoria e igual para todos: Un itinerario de excelencia para los bilingües y otro para los no bilingües. Es decir, una división encubierta en función de "capacidades" y/o "resultados". Lo cual es aboslutamente contrario al menos al espíritu de la educación obligatoria, comprehensiva e igual para todos.
    Otra vertiente del asunto la leí ayer en EL PAÍS en un artículo de Antonio Valdecantos titulado "El saldo de la lengua" (http://www.elpais.com/articulo/opinion/saldo/lengua/elpepiopi/20120204elpepiopi_12/Tes). Extraigo el siguiente párrafo:
    "Lo que resulta francamente llamativo ha sido la ausencia de todo debate en relación con el hecho lingüístico de mayor envergadura producido en muchísimo tiempo, a saber, la aceptación del incontrovertible principio según el cual el llamado bilingüismo (pero no el central-periférico, sino el referido al inglés) debería ser el día de mañana la condición normal de todos los súbditos. No se conoce, en efecto, a nadie que haya puesto en tela de juicio la bondad de dicho propósito, y lo único que está permitido discutir es la manera de lograrlo (o, como dirán los avisados, implementarlo) del modo más rápido y eficiente, aunque al principio resulte un poco pintoresco.

    Como es lógico, tal bilingüismo se habrá de procurar sobre todo por medio de la enseñanza, y el que esta deba cursarse, de principio a fin, en inglés constituirá un dogma incuestionado sobre el que sería muy poco aconsejable expresar dudas: si el inglés llega a ser la lengua de la escuela, nuestra competitividad y excelencia darán un paso de gigante, porque no cabe ninguna duda de cuál es la lengua de la innovación, de la tecnología, de la globalización y, en general, del futuro. Ninguna escuela ni universidad podrá competir aceptablemente si no se proclama bilingüe, y lo que eso significa es que el inglés será la lengua en la que los súbditos aprenderán lo mucho o poco que lleguen a saber, y aquella en la que habrá de hablarse cuando se quiera transmitir seriamente cualquier clase de conocimiento. Puede que tal hallazgo traiga como consecuencia la reducción del castellano a una lengua de uso familiar (o, en el mejor de los casos, también literario), y quizá no haya nada de malo en ello. Es cierto que lo anterior se parece más a la diglosia que al bilingüismo propiamente dicho, pero no procede en absoluto que nos pongamos ahora sutiles ni apocalípticos porque, como debería saberse, con el futuro no se juega.

    Que ninguno de los participantes en las recias campañas de defensa del castellano frente a las políticas lingüísticas periféricas haya dicho una sola palabra sobre la imposición escolar y universitaria del inglés no es algo que deba sorprender a nadie, porque los guardianes del español y las instituciones del ramo han practicado, por activa o por pasiva, el mismo asentimiento complaciente que el resto del público. Y poco importa que el llamado bilingüismo resulte casi siempre ridículo. La mayor parte de los maestros y profesores no saben, en efecto, suficiente inglés (ni es, por cierto, su obligación) y enseñan de manera tristemente balbuciente, pero se supone que este reto, como todos, se superará con el tiempo. Además, nadie ha dicho que el docente tenga que ser Demóstenes, y en esto radica seguramente lo decisivo de la cuestión: a nadie parece inquietar el que la enseñanza se lleve a cabo en las condiciones de indigencia verbal propias de una lengua que no dominan ni el profesor ni los alumnos, algo quizá poco importante en las múltiples actividades recreativas que llenan el horario escolar, pero no muy recomendable a la hora de enseñar, por ejemplo, historia o filosofía."

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    1. Manolo Mora (Seper Bormujos)8 de febrero de 2012, 16:50

      Me parece muy interesante las aportaciones que hacéis a este tema. Creo que conseguir el bilingüismo es un objetivo a largo plazo, pero que al final se logrará. Pienso que algunos hechos y actuaciones van en la actualidad en esa dirección:
      . el que se creen más centros bilingües y desde edades más tempranas;
      . el hecho de que el profesorado esté cada vez mejor preparado, con apoyo, en muchos casos, de profesores nativos;
      . la influencia de toda la sociedad: multiculturalidad, llegada de inmigrantes, salida cada vez mayor al extranjero de los jóvenes;
      . los planes de estudios en los que colaboran diversos países (o intercambios) que realizan gran cantidad de jóvenes -ej. Erasmus-;
      . la globalización: Internet (casi el 80% de la red está en inglés), posibilidad de escuchar videos en inglés, o ver películas en TV en versión original, etc;
      . Programas como That's English y CALque usan nuevos medios y nuevas tecnologías para el aprendizaje “vivo” del inglés y no sólo como el estudio de gramática.
      También tendríamos que quitarnos esa “vergüenza” o miedos a la hora de expresarnos en otra lengua.
      Para terminar, me gustaría manifestar un deseo: el que en Educación de Adultos pudiéramos desarrollar algún programa, no de iniciación en el aprendizaje del inglés, sino de un desarrollo más amplio, algo así como un “grupo bilingüe”.

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  2. Añadir algo estropearía el grado de identificación que siento al leer esta opinión y el artículo que la acompaña. La verdad es que como no me puedo por principio negar a las cosas sin probarlas, he probado con el bilingüismo y mi experiencia me lleva a sufrir de continuos ataques de vergüenza cuando me cruzo con mis compañeros de inglés, que saben mil veces más inglés que yo, y cuya labor, probablemente, entorpezco. Quizá para asignaturas prácticas o sin demasiado peso en el currículo (y no sabría muy bien decir cuáles) y disponiendo de más horas para las mismas, sería interesante en la ESO. Sin embargo, a mí siempre, desde que se inició esto del bilingüismo, me asaltó una preocupación: si tan importante es el dominio del inglés para la vida laboral, los estudios posteriores, etc, cosa que no dudo, ¿por qué excluimos a una parte de los estudiantes del instituto? Porque vamos, los alumnos que vayan a hacer un ciclo o se vayan a incorporar al mundo laboral tras la ESO serán los primeros que necesitarán el inglés, a menos que de manera sibilina estemos suponiendo que ellos van a formar parte de un submundo diferente, el ocupado por los menos cualificados, los menos capaces, los que no merecieron una atención tal. Pues qué quieren que les diga, quizá sería conveniente que en un país donde el sector turístico, por ejemplo, es básico, los restauradores, camareros, decoradores, hoteleros, personal de gimnasios y actividades recreativas y deportivas y otros del sector, manejaran un poquito de inglés.
    Eso sí, podemos proponer como medida para el bien de todos, que las películas se ofrezcan en versión original subtitulada entre otras cosas.

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