lunes, 14 de octubre de 2013

Decir adiós jugando con la gramatica: "Cariño, tranquilo, no te pongas esdrújulo"

  Cariño, tranquilo, no te pongas esdrújulo.
Está claro que a nuestra relación le urge una separata. Desde hace tiempo que los cuerpos no se corresponden con los verbos. La caja se ha convertido en un complicado oxímoron. Los días se transforman en noches cursivas y el calor nos ahoga con su helada puntuación.
Ya no encontramos más puntos a seguir. Me cansan las interrogaciones y la letra capital. Nuestras rimas desentonan y tus acentos, música en antaño, ahora son un manojo de átonos reproches. Para ti, los adjetivos se han vuelto graves. En mí, ya no quedan sustantivos que agregar.
Aunque duela la verdad, esta prosa se acabó. Nuestras diéresis pudieron con la ficción de una crónica condenada a la errata: lo sabíamos a pie de página. ¿Recuerdas nuestro prólogo? Por aquel entonces, ya tuvimos dos llamadas de mala puntuación. Pero insistimos, abriendo las comillas. Es cierto, nos sobraba admiración, pero abusamos de los puntos y seguidos.
No extrañar tus besos ha sido la coma que ha vuelto imposible la lectura, lo sé. No hay cuadratín que valga para pedir disculpas. De hecho, te confieso, no encuentro nada más que restar. Firmemos, pues, un colofón de mutuo acuerdo y, luego, como amigos, abramos el paréntesis.
Vete ya. Seguro encontrarás una musa más dispuesta, esperándote al otro lado de un nuevo folio.
Por último, querido mío, te agradeceré que no subrayes más: ¡no me toques más los versos!
Afectuosamente,
Constanza de Lapsus Pertinaz
Alejandra Díaz-Ortiz
Pizca de sal. Trama editorial. 2009

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