lunes, 13 de febrero de 2012

¿SE PUEDEN ENSEÑAR LOS VALORES?

Comenzamos una nueva sección en nuestro blog referente a la enseñanza y aprendizaje de los valores. La iniciamos con este artículo basado en un cuento y realizado por una compañera del IES Los Álamos.


El cuento que presentamos a continuación se titula “El elefante encadenado”, y aunque al final de la historia encontrarás, sólo por esta vez, una breve interpretación del propio autor, te animo a que tras su lectura hagas tus propias reflexiones, busques tus propios significados y llegues a tus propias conclusiones:
    “Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales…PERO después de su actuación y hasta poco tiempo antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
    Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
    El misterio sigue pareciéndome evidente.
    ¿Qué lo sujeta entonces?
    ¿Por qué no huye?
    Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
    Hice entonces la pregunta obvia: “Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?”.
    No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
    Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
    El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
    Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca  era demasiado dura para él.
    Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro…Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó s omnipotencia y se resignó a su destino.
    Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
    Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.
    Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente este recuerdo.
    Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.”

    Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que “no podemos” hacer un montón de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante y grabamos en nuestra memoria este mensaje: “No puedo, no puedo, nunca podré”.
    Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más a librarnos de la estaca. Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: “No puedo, no puedo, nunca podré”.
    Tu única manera de saber si puedes conseguirlo es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón…¡Todo tu corazón!
Gloria Sánchez
Orientadora en el IES Los Álamos

1 comentario:

  1. Alguna reflexión sobre la pregunta de esta sección del blog. Creo que es difícil o casi paradójico un acercamiento intelectual o meramente cognitivo a los valores. Creo que asumimos los valores sólo de tres formas, que también pueden y deben darse en educación: Los hábitos, los ejemplos y las historias. Nuestra razón es básicamente narrativa y con una puerta de entrada importante desde la afectividad (lo a-fectivo es lo e-fectivo)lo que nos conduce a trabajar los valores desde el ejemplo habitual, que induce a emular, a parecerte a quien ad-miras. Las historias y narraciones servirían en este caso como el buen elemento de contacto con ejemplos no sólo reales y del presente sino también de la ficción o del pasado.

    ResponderEliminar