lunes, 25 de noviembre de 2013

LIBRO DEL MES: NOVIEMBRE 2013






Título: UNA HISTORIA DE LA LECTURA
Autor: Alberto Manguel
Editorial: Alianza editorial
Fecha de publicación: 1998









Cada hombre y cada mujer tienen muchas historias, una de ellas es la historia de sus lecturas. ¿Quiere esto decir que quien no ha leído no tiene historia?, ni mucho menos, pero no puede ser conocido por la historia de sus lecturas. De la misma forma que los seres humanos letrados componen su historia, en parte, con los libros que leen, la lectura tiene su propia historia o, mejor dicho, la lectura puede tener muchas historias. Una de ellas la compuso Alberto Manguel, en un magnífico libro titulado "Una historia de la lectura", publicado por la prestigiosa editorial Alianza. Me crucé con este libro, cuando me propusieron preparar una charla que titulé "Historias de libros, Historias de lectores", dirigida a alumnos de un Instituto de Educación Secundaria, con motivo de l a inauguración de la feria del libro del centro.

 La primera edición, de una “historia de la lectura”, data de 1998, aunque el mismo, por las sucesivas reediciones y reimpresiones, se ha convertido en un clásico del género. De hecho recientemente ha renovado su actualidad, debido a que el autor publicó en el número 1.146 de la revista cultural “Babelia”, un artículo titulado: “Capítulo secreto de la historia de la lectura”, en el que relata las virtudes de la exposición “La villa de los papiros” que se está celebrando en la Casa del Lector de Madrid, sobre “un tesoro en forma de biblioteca” descubierto en una villa romana de Herculano (hoy Resina), descubierta en el siglo XVIII. Los textos expuestos, pertenecientes a un tal Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, suegro de Julio Cesar, representan una historia de lecturas que permaneció secreta hasta su descubrimiento. Para mí, una feliz coincidencia la publicación del artículo mencionado con la intención de compartir en este blog mis reflexiones sobre un libro que leí hace años, pero que me parece una referencia fundamental, para todos aquellos que se dedican a enseñar y compartir lecturas. 
En una “historia de la lectura”, Manguel hace un recorrido sobre el desarrollo de los códigos escritos y la lectura de los mismos, pero también habla de historias de lectores. El libro se estructura en tres grandes bloques titulados sucesivamente: la última página, los poderes del lector y las guardas del libro, en los que a partir de la convicción de que “leer tiene una historia” (Robert Darnton, The Kiss of Lamourette, 1990), y de que “el deseo de leer, como todos los demás deseos que distraen nuestras almas infelices, puede ser analizado” (Virginia Woolf, Sir Thomas Browne, 1923), el autor desarrolla como se ha producido a lo largo de los siglos el surgimiento, primero, y la evolución, después, de las formas en que nos expresamos a través de los códigos escritos y la lectura de los mismos. Todo ello aderezado con continuas referencias bibliográficas, historias de lectores y, espléndidamente, ilustrado con representaciones de obras de la pintura o fotografías que permiten realizar un recorrido complementario, de la historia que se nos presenta, a través del arte visual, lo que otorga al libro una dimensión más integrada. He seleccionado algunas de las imágenes que aparecen en el libro para ilustrar este texto. 
Cuaderno del profesor           Cuaderno del alumno
Todo comenzó hace unos 6.000 años, cuando el hombre necesitó contar algo (cabras u ovejas) y dejar constancia de lo que contaba. Curiosamente en unas tablillas de arcilla, tanto no habrán cambiado las cosas cuando ahora hemos vuelto a reverdecer aquellos instrumentos, que durante siglos nos han parecido tan rudimentarios, con nuestras actuales tabletas. Cuando comenzaron a utilizarse para enseñar, el alumno tenía que fabricar sus tablillas y utilizar los estiletes que ahora hemos sustituido por la leve presión de los signos del teclado. La escritura y la lectura han sido tradicionalmente cosa de hombres, ya que siempre se ha asociado con el poder político, religioso o económico. Los escribas terminaban sus textos con un colofón que decía: “que los sabios instruyan a los sabios, porque los ignorantes no saben ver.”  Según el autor, la historia de los libros comienza en Babilonia (4.000 a.C.). Para organizar mejor la sociedad se inventó “el arte de escribir”, que modificó la forma de comunicación entre los seres humanos. La escritura se ha producido en distintos soportes, sucesivamente: la arcilla, el papiro (tallos secados y cortados de una planta como el junco) que se enrollaba, el pergamino (hecho con piel de animales, llamado así por su relación con Pérgamo) más resistente y barato, además se podía enrollar y doblar. Curiosamente el pergamino surge porque Tolomeo, rey de Egipto, prohibió la importación de papiro. Y, por último, el papel que surge en el siglo XIV en Italia. Este último soporte sirvió para que los moldes, dispuestos en planchas por Gutemberg, se pudieran imprimir al pasar por aquellas el nuevo material, dando lugar al surgimiento del papel y el libro impreso. Hoy tenemos que hablar de otros materiales y soportes,  ya que la escritura y lectura se han impuesto y generalizado, avanzando exponencialmente, en los últimos siglos. 
El material, el formato, el contexto, la grafía y, no sólo el contenido, han determinado y determinan nuestraforma de leer. En la antigüedad predominaba la lectura en voz alta o mascullada, llegando incluso a formar parte de los actos sociales de relevancia. La lectura en voz alta se hacía necesaria, entre otros motivos, porque los textos eran una ristra de letras escritas sin signos de puntuación, lo que hacía sumamente difícil la comprensión. Leyendo a viva voz se facilitaba la significación de los textos. Posteriormente, la aparición de las pausas marcadas por los signos de puntuación facilitó la lectura silenciosa. La exposición a la que me refería anteriormente, muestra a lectores romanos sosteniendo sus rollos de papiro que iban desplegando y plegando a la vez que leían, de la misma forma que hoy aparecen y desaparecen, de arriba abajo, las sucesivas páginas de vemos en la pantalla del ordenador. Con los iPads hemos vuelto al formato de la tablilla mesopotámica y con Windows al método fraccionario de los rollos. No es difícil prever que en un futuro, no lejano, las tecnologías rescaten otras técnicas que creíamos que no volverían. Al fin y al cabo como decían lo epicúreos, “la originalidad es sólo una ilusión de nuestra vanidad.” 

 Uno de los grandes valores de la escritura y la posibilidad de leer es la permanencia del pensamiento y el saber que, por otra parte, siempre ha sido una amenaza para el poder establecido. De ahí la importancia del almacenamiento de los textos a lo largo de la historia, hasta llegar a la nube actual. La destrucción o la quema de los soportes de la escritura y de las bibliotecas, así como la prohibición de leer, ha sido una constante a lo largo de los siglos, ejemplos de esto, relatados en la literatura, son la hoguera de la familia y amigos del Quijote o el incendio final en “El nombre de la rosa”, o las prohibiciones de ejercer el acto de leer a los esclavos afroamericanos, que podían llegar a perder el dedo índice, hasta la primera falange, a la tercera vez de ser descubierto leyendo, o bien lo ocurrido a las mujeres, a las que primero no se les permitió leer y, después, se limitaron sus lecturas a las “novelas rosas”, siguiendo el principio de que una forma de prohibir es limitar. Así las féminas que “sufrían de ocio” y se mantenían enclaustradas, fueron desarrollando sus propios géneros que ellas consumían, con una diferenciación entre literatura masculina (un ejemplo de esta es “El Quijote”, como libro de caballerías) y la femenina. Reparemos, para entender lo anterior, en la similitud de los términos libro y libre, quizás esto nos permita entender el gran temor de los poderosos, por las consecuencias de un pueblo ilustrado. Podemos concluir la enorme trascendencia de la enseñanza y el aprendizaje de la lectura que, por cierto, no debería finalizar nunca, ya que no deja de evolucionar nunca, en contra de la idea imperante de que el aprendizaje de la misma es un acto finalista que algunos, ingenuos, piensan que debe terminar sobre los siete años. 

En “Una historia de la lectura” se nos exponen sucesivas y apasionantes historias de lectores, que nos permiten tomar conciencia de la importancia de la lectura, por el poder humano y social que otorga. Todos los grandes escritores han sido grandes lectores. De hecho Borges, o el más cercano Fernando Savater, se definen a sí mismos como lectores antes que escritores. Hellen Keller, ilustre escritora y eminente conferenciante, ciega y sorda a los diecinueve meses venció su frustración y agresividad con la lectura, después de que Hellen Sullivan le enseñó los signos tocándole las manos. La relación de la lectura y la ceguera, así como la angustia relacionada con esta, simboliza la importancia y el poder que da a un ser humano la lectura. Así mismo, tener libros era sinónimo de tener poder, un ejemplo de esto es el conde de Libri (1803) que siendo aristócrata y catedrático de Derecho y Matemáticas, debido a su fruición por los libros, se dedicó a robarlos en las más importante bibliotecas, algunos de los cuales vendió por auténticas fortunas. Vivía entre libros y “mierda”, ya que era muy guarro. Después de ser descubierto fue juzgado y condenado, muriendo en la indigencia en su natal Italia. 

Por último, en tiempos de regresión en algunos aspectos de nuestras vidas, una referencia al valor de compartir de lectura,   de compartir lo que sabemos con los que menos saben. Así les estamos dando un futuro, así les estamos dando la mejor herencia. Enseñar a leer, insisto durante toda la vida y, por tanto, durante toda la escolarización, es uno de los mayores actos de solidaridad que podemos hacer con los que comparten este mundo con nosotros. Compartir, dicho de forma petulante y quizás cursi, el alimento del espíritu es el mayor acto de generosidad. Así lo entendía Dickens que participaba con frecuencia en lecturas públicas, a las que era invitado. Sin olvidar que compartir la lectura no significa compartir los significados de la misma, ya que estos dependen de las experiencias de las expectativas y de los intereses de cada uno. Por tanto, compartiendo la lectura para construir nuevos significados desde el respeto a cada individuo.  No he pretendido hacer una síntesis exhaustiva del libro “Una historia de la lectura” de Alberto Manguel, pero sí he intentado mostrar algunas referencias de este magnífico manual que nos puede proveer de conocimientos sobre un aspecto esencial de la cultura de un ser humano. Especialmente recomendable para aquellos que disfrutan con la lectura, ya que permite conocer como se ha producido en otras épocas y comprender este acto cultural por excelencia. Pero también recomendable para todos aquellos que diariamente se ven en el difícil trance de enseñar los elementos básicos y no tan básicos del saber, entre los que se encuentra, en un lugar preferente el mal denominado instrumental saber de la lectura. Digo mal llamado porque la lectura en sí mismo es un saber y no, en contra de lo que se cree, una herramienta para acceder al conocimiento.

José Mª. Pérez Jiménez
Inspector de Educación





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